Pruebas e instrumentos de evaluación

- Test de desarrollo, como el Brunnet-Lecine, diseñados para medir (cuantificar) el grado de desarrollo psicomotor de un niño. El valor de estas cifras debe en todo caso interpretarse con cautela, y evaluarse especialmente su tendencia en sucesivas evaluaciones.

- Test de cribado. Estos test no miden el desarrollo, sino que seleccionan los niños con riesgo de tener un retardo. Están basados en estudios de población y reflejan el porcentaje de niños que a una determinada edad cumplen un determinado ítem. Una prueba de sreening debe ser sencilla, barata y no agresiva, dar los menos falsos positivos posibles y no dar falsos negativos. Las más conocidas son:

- El test de Denver (Denver Developmental Screening Test), en el que se señala la edad a la que realizan cada ítem el 25, el 50, el 75 y el 90% de la población.

- Escala de Uzgiris y Hunt. Evalúa el desarrollo sensorio-motor, aplicable desde 1 a 24 meses, se divide en siete subescalas: Seguimiento visual y permanencia del objeto; desarrollo de medios para alcanzar fines; imitación vocal; imitación gestual; causalidad operacional; relaciones espaciales; desarrollo de esquemas de acción.

Inventario de desarrollo Battelle. Aplicable desde el nacimiento hasta los 8 años. Evalúa las habilidades fundamentales del desarrollo del niño en las áreas tradicionales: Personal/social, Adaptación, motora; Comunicación; y Cognitiva. Para la elaboración de esta escala se consideró que el niño adquiere las habilidades y conductas siguiendo un orden determinado, y la adquisición de cada una de ellas depende de la adquisición de la conducta precedente

Escala adaptativa de Wiscosin. Desde el nacimiento hasta 48-60 meses. Dispone de unas edades de referencia que permiten situar el nivel de desarrollo del niño en las siguientes áreas: Juego y socialización, comida, control de esfínteres, vestido, aseo, desarrollo motor, cognitivo, lenguaje receptivo, lenguaje expresivo.

 
- La Tabla de Desenvolupament Psicomotor del Departamento de Sanidad y Seguridad Social de la Generalitat de Cataluña, basada en el Estudi Llevant realizado con 1702 niños. Se recoge para cada ítem el momento en que lo realiza entre un 50 y un 95% de los niños.

 
- La tabla de Haizea-Llevant. Es el fruto de dos programas, el Estudi Llevant y el Programa Haizea, cuyos datos de referencia se obtuvieron de muestras representativas de 1702 niños de Cataluña y 817 niños del País Vasco, respectivamente. Permite comprobar el nivel de desarrollo cognitivo, social y motor de niños y niñas de cero a cinco años. Ofrece el margen normal de adquisición de algunas habilidades fundamentales durante la infancia. El test incluye 97 elementos que se distribuyen en las siguientes áreas: socialización (26 elementos), lenguaje y lógica-matemática (31), manipulación (19) y postural (21). En cada uno de los elementos se indica la edad en que lo ejecutan el 50, el 75 y el 95% de la población infantil. Para la interpretación del test, se traza una raya vertical que corresponda a la edad en meses del niño (ajustando por debajo de los 18 meses de edad en el caso de los prematuros). Hay que valorar que realice los elementos que quedan a la izquierda de la línea trazada o aquellos que atraviesa la línea. La constatación de la falta de adquisición de dichos elementos en una o varias áreas, así como la presencia de señales de alerta, nos llevarán a la sospecha de un retraso psicomotor.

- Electroencefalograma (EEG): en muchos de los niños con trastornos neurológicos y del desarrollo se asocia epilepsia, en cuyo caso debe plantearse el tratamiento antiepiléptico. El EEG se utiliza en el estudio del niño con encefalopatía para evitar que pase desapercibida una epilepsia; aunque es raro tras una adecuada valoración clínica, en ocasiones una epilepsia con crisis subclínicas puede justificar un retraso psicomotor, y su adecuada identificación y tratamiento puede solucionar el problema. El EEG no tiene utilidad práctica en la valoración de la maduración ni en la identificación topográfica de defectos estructurales o funcionales del SNC.

- Potenciales evocados auditivos: si existe problema cognitivo y/o del espectro autista.

- Estudios bioquímicos y metabólicos: utilizados sin orientación tienen muy baja rentabilidad13,14,16.

- ADN de CMV en la prueba del talón del cribado neonatal (si está disponible): ante la presencia de asociaciones variables de retraso de crecimiento intrauterino, microcefalia, hipoacusia neurosensorial, coriorretinitis, retardo mental, trastornos del espectro autista, calcificaciones intracraneales, alteraciones encefaloclásticas, leucoencefalopatía, displasia cortical y malformaciones del lóbulo temporal e hipocampo.

- Estudio genético de retraso mental10-12,15,16:

• Estudio de síndrome X-frágil.
• Otros posibles estudios genéticos orientados: Prader Willi, Angelman, Rett, Williams Beuren, síndromes de sobrecrecimiento, etc.
• Cariotipo de alta resolución: el cariotipo convencional únicamente excluye las anomalías cromosómicas numéricas y las anomalías cromosómicas estructurales mayores, y tiene por tanto un valor muy limitado en el estudio del niño en el que no se sospechan estas alteraciones en base al cuadro clínico y especialmente al fenotipo morfológico, como es el caso del síndrome de Down.
• Estudios de deleciones subteloméricas y array-CGH específico de retraso mental: una historia familiar de retardo mental y un retraso de crecimiento intrauterino; añadidos a otros datos sugestivos de cromosomopatía (microcefalia y baja talla, macrocefalia y talla alta, dismorfia facial y anomalías congénitas en manos, corazón o genitales) incrementan la probabilidad de identificar anomalías genéticas en niños con retardo mental. El array-CGH permite identificar hasta un 20% de alteraciones en retrasos mentales de causa no identificada.

- Resonancia magnética cerebral (RM) y espectroscopia con pico de creatina cerebral (para descartar defectos de creatina cerebral). En la mayor parte de los casos, la RM cerebral es más informativa y no tiene efectos radioactivos, por lo que ha sustituido mayoritariamente a la tomografía axial computarizada. Su inconveniente es la necesidad de anestesia en niños menores de seis años y en mayores con déficits cognitivos o trastornos del espectro autista. Alteraciones estructurales microscópicas, como alteraciones en la organización neuronal o en la sinaptogénesis, que se dan en el síndrome de Down y en la mayor parte de las deficiencias mentales idiopáticas, no son identificables por medio de la neuroimagen. Esto explica por qué la neuroimagen es con frecuencia normal en muchos niños con problemas del desarrollo, incluso muy severos.

J. López Pisón, L. Monge Galindo, noviembre 2011, Recuperado de https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1139-76322011000400015#:~:text=Se%20plantean%20tres%20opciones%3A,%2D%20Dudoso.
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